En 1998, el panorama electoral venezolano se presentaba
claro: Todas las encuestas daban como virtuales ganadores a los jóvenes Irene
Sáez o Claudio Fermín. La posibilidad que Hugo Chávez (un candidato sin
discurso, programa, ni recursos), ganara la presidencia era un imposible. Pero
ocurriría algo que lo hizo posible.
Ese algo a que me refiero fue una autentica guerra
generacional, entre los jóvenes lideres que representaban el cambio que el país
reclamaba, y una elite de viejos caudillos que se resistía a perder su poder.
“Las encuestas pueden decir misa, pero la política es dinámica, y solo hay que
saber marcar los tiempos” le decían los caudillos adecos a sus militantes.
Por desgracia en Venezuela, la política tradicional invento
que los principios se usan a conveniencias. Así, en 1998, los políticos
tradicionales marca aquel tiempo con una feroz guerra sucia contra Barbie
(Irene) y el negro señorito (Fermín), de la que salio favorecido el hoy presidente
Chávez.
“¿Desde cuando escuchamos que “la política es dinámica” para
justificar, cambalaches, traiciones, saltos de talanqueras y reacomodos por las
motivaciones más inconfesables?”
Según la política tradicional, como la política es dinámica, es valido “atacar ayer a tu aliado, acariciarlo hoy, y engañarlo mañana si conviene a tus intereses”. Porque la política tradicional encaja perfectamente en
“¿Qué mejor muestra de éxito que ver a los viejos caudillos,
vestidos de rojo y mandando al lado del presidente, o decidiendo en nombre de
todos los venezolanos desde la mesa de unidad?”
Pero que lo malo sea efectivo, no debe hacer que sucumbamos
a sus encantos. No podemos sucumbir a la política tradicional. Si sucumbimos,
habremos perdido la lucha por el verdadero cambio antes de comenzar. Si
sucumbimos a la política tradicional para cambiar a Chavez, NO ESTARÍAMOS
CAMBIADO NADA… solo cambiando a los representantes de un mismo mal: la política
tradicional.
“El cambio que los jóvenes debemos darle a Venezuela no debe
ser solo de discurso, actores y colores, sino un cambio de espíritu y forma
hacer la política”
El pueblo solo volverá a confiar en sus políticos, cuando
estos demuestren ser absolutamente fieles a sus principios, y no dinámico como
enseña la política tradicional. En ese mundo soñado, el justo nunca puede caer
en el engaño de creerse aliado del injusto; Y necesariamente debemos ser
intolerantes con la injusticia.
Con esas dos reglas (fidelidad absoluta a los principios, e
intolerancia a la injusticia) se hace muy difícil que la política tradicional
contamine y prevalezca en nuestros jóvenes líderes. Solo cumpliendo con estas
reglas, lograremos el cambio para un futuro mejor, y podremos evitar que la
historia se repita muchas veces con los mismo resultado.
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