Carlos Raúl Hernández, doctor en Sociología, alerta sobre los dirigentes caudillistas que no soportan que les lleven la contraria. Rechaza que un dato estadístico coyuntural se use para dividir a la oposición.
En 2005, Carlos Raúl Hernández publicó La Democracia Traicionada, un libro que recogió "el crimen" del grupo de "notables" que lideraron los ataques a los partidos políticos y las instituciones públicas y así abrieron las puertas al chavismo.
Hoy, en medio del debate sobre tarjeta única vs. alianza perfecta, el académico de la UCV alerta que hay un resurgimiento del antipartidismo que debe ser enfrentado por la Mesa de la Unidad con "un esfuerzo sobrehumano" para impedir la repetición de "un crimen imperdonable". Propone "desenmascarar el chantaje antipartido y pulverizar sus argumentos".
Concretamente rechaza el que algunos encuestadores que buscan abrir espacios a "una nueva opción", pretendan usar "un mero episodio coyuntural, estadístico, como es que hay un porcentaje muy alto de indecisos", para dividir a la oposición. Dice que esos encuestadores "actúan como profetas que creen saber qué es lo que quiere el país y hacia dónde debe ir".
Doctor en Sociología y master en Ciencias Políticas, Hernández ratifica lo dicho en una entrevista anterior en este diario, sobre la necesidad de que la Mesa "se sacuda un poco la inamovilidad y el burocratismo". Cree que tan importante como ocuparse de la agenda social es que la alianza deje a un lado el temor por el costo político de confrontar con el sector antipartido, pues por no haberlo hecho en su momento es que Hugo Chávez manda.
"Estamos viendo el enésimo intento de renacimiento del antipartidismo. Ya vamos para veinte años, y consiste en que un grupo de personas ilustradas y de honorable extracción considera que la política está en manos muy rústicas y entonces hay que quitarla de sus manos y asumirla". Recuerda que durante la década de los 90 el razonamiento fue más o menos así:
"Si acabamos con esos ignorantes de AD, Copei y el MAS, venimos nosotros, surgirá un liderazgo que está prisionero en las mazmorras de los partidos y caerá en manos de gente culta y trabajadora. El resultado -explica el académico- es que los triunfos de la demolición de las instituciones que obtuvo la antipolítica fueron a otras manos muy distintas de las que creían las élites ilustradas". Pero la antipolítica -relata Hernández- vino por su segundo aire: ahora a dirigir a la oposición.
"Para los antipolíticos el triunfo de Chávez era un costo que había que pagar. Se trataba entonces de tumbarlo. Bueno, y fueron todos esos años de una oposición descabellada, haciendo disparates: la huelga petrolera, el manejo del 11 de abril, el golpe erótico-político de la plaza de Altamira -donde unos militares entendieron que era muy engorroso dar golpes en los cuarteles y que había que darlos en hoteles de cinco estrellas- el abstencionismo, el retiro de las parlamentarias de 2005 y todas esas acciones perfectamente comprensibles como obra de políticos aficionados, de consultores, encuestadores y abogados convertidos en dirigentes políticos de fines de semana en las asambleas de ciudadanos".
Hernández recalca que todas las propuestas políticas para enfrentar al Gobierno deben llevarse y discutirse en la Mesa de la Unidad, bien sean primarias, tarjeta única, colores, etc, donde, independientemente de las limitaciones que se le puedan señalar a la alianza, "se retornó a una conducción política seria".
También alude a las individualidades que dirigen el movimiento antipolítico, aunque sin mencionar nombres. Se pregunta por qué a esos dirigentes no les gusta ningún partido, ni viejo ni nuevo. "La respuesta que uno se da es que a ellos lo que les gusta son los liderazgos caudillistas, porque en el caudillismo el jefe hace lo que le da la gana y no tiene que consultarle a nadie y mucho menos a una mesa de partidos diferentes".
"La prueba para un político que quiere dirigir a una sociedad está en poder convivir entre gente que lo adversa. Los que no son capaces de eso revelan una inmadurez de tal magnitud, que sería un disparate tomarlos como referencia. Quien no puede dirigir democráticamente, quien no acepta que le lleven la contraria, quien necesita tener una brigada de gente pagada que le diga sí a todo, le augura un futuro muy oscuro al país que tenga la torpeza de escogerlo".
Elvia Gómez
http://www.eluniversal.com/2009/11/06/pol_art_la-mesa-debe-desenm_1643948.shtml
En 2005, Carlos Raúl Hernández publicó La Democracia Traicionada, un libro que recogió "el crimen" del grupo de "notables" que lideraron los ataques a los partidos políticos y las instituciones públicas y así abrieron las puertas al chavismo.
Hoy, en medio del debate sobre tarjeta única vs. alianza perfecta, el académico de la UCV alerta que hay un resurgimiento del antipartidismo que debe ser enfrentado por la Mesa de la Unidad con "un esfuerzo sobrehumano" para impedir la repetición de "un crimen imperdonable". Propone "desenmascarar el chantaje antipartido y pulverizar sus argumentos".
Concretamente rechaza el que algunos encuestadores que buscan abrir espacios a "una nueva opción", pretendan usar "un mero episodio coyuntural, estadístico, como es que hay un porcentaje muy alto de indecisos", para dividir a la oposición. Dice que esos encuestadores "actúan como profetas que creen saber qué es lo que quiere el país y hacia dónde debe ir".
Doctor en Sociología y master en Ciencias Políticas, Hernández ratifica lo dicho en una entrevista anterior en este diario, sobre la necesidad de que la Mesa "se sacuda un poco la inamovilidad y el burocratismo". Cree que tan importante como ocuparse de la agenda social es que la alianza deje a un lado el temor por el costo político de confrontar con el sector antipartido, pues por no haberlo hecho en su momento es que Hugo Chávez manda.
"Estamos viendo el enésimo intento de renacimiento del antipartidismo. Ya vamos para veinte años, y consiste en que un grupo de personas ilustradas y de honorable extracción considera que la política está en manos muy rústicas y entonces hay que quitarla de sus manos y asumirla". Recuerda que durante la década de los 90 el razonamiento fue más o menos así:
"Si acabamos con esos ignorantes de AD, Copei y el MAS, venimos nosotros, surgirá un liderazgo que está prisionero en las mazmorras de los partidos y caerá en manos de gente culta y trabajadora. El resultado -explica el académico- es que los triunfos de la demolición de las instituciones que obtuvo la antipolítica fueron a otras manos muy distintas de las que creían las élites ilustradas". Pero la antipolítica -relata Hernández- vino por su segundo aire: ahora a dirigir a la oposición.
"Para los antipolíticos el triunfo de Chávez era un costo que había que pagar. Se trataba entonces de tumbarlo. Bueno, y fueron todos esos años de una oposición descabellada, haciendo disparates: la huelga petrolera, el manejo del 11 de abril, el golpe erótico-político de la plaza de Altamira -donde unos militares entendieron que era muy engorroso dar golpes en los cuarteles y que había que darlos en hoteles de cinco estrellas- el abstencionismo, el retiro de las parlamentarias de 2005 y todas esas acciones perfectamente comprensibles como obra de políticos aficionados, de consultores, encuestadores y abogados convertidos en dirigentes políticos de fines de semana en las asambleas de ciudadanos".
Hernández recalca que todas las propuestas políticas para enfrentar al Gobierno deben llevarse y discutirse en la Mesa de la Unidad, bien sean primarias, tarjeta única, colores, etc, donde, independientemente de las limitaciones que se le puedan señalar a la alianza, "se retornó a una conducción política seria".
También alude a las individualidades que dirigen el movimiento antipolítico, aunque sin mencionar nombres. Se pregunta por qué a esos dirigentes no les gusta ningún partido, ni viejo ni nuevo. "La respuesta que uno se da es que a ellos lo que les gusta son los liderazgos caudillistas, porque en el caudillismo el jefe hace lo que le da la gana y no tiene que consultarle a nadie y mucho menos a una mesa de partidos diferentes".
"La prueba para un político que quiere dirigir a una sociedad está en poder convivir entre gente que lo adversa. Los que no son capaces de eso revelan una inmadurez de tal magnitud, que sería un disparate tomarlos como referencia. Quien no puede dirigir democráticamente, quien no acepta que le lleven la contraria, quien necesita tener una brigada de gente pagada que le diga sí a todo, le augura un futuro muy oscuro al país que tenga la torpeza de escogerlo".
Elvia Gómez
http://www.eluniversal.com/2009/11/06/pol_art_la-mesa-debe-desenm_1643948.shtml
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