Saverio Vivas
En Venezuela se ha popularizado el término cogollo, para definir a una elite o minoría selecta que controla un grupo político o económico determinado. Y dado que en sumatoria, históricamente el manejo de las elites nacionales ha sido mediocre, entonces el termino cogollo en Venezuela tiene resonancia negativa.
Por distintas razones, en la vida política venezolana los cogollos son bastantes populares. Pese al amor y odio que inspiran, todos quieren pertenecer a uno, pero nadie quiere ser catalogado como miembro de uno. Y muchos parecen reclamar, e incluso soñar con ser victima de uno, porque serlo casi da categoría de mártir.
Un cogollo es una elite. Una elite es una minoría selecta. Y para que una minoría selecta sea notable en la vida política nacional, es necesaria la inversión de recursos económicos que generan intereses y responden a las necesidades exclusivas de una minoría. Es decir, una organización política se hace famosa y notable es gracias al poder mediático y eso cuesta dinero. ¡Elemental!... Pero, este sencillo axioma no es naturalmente reconocido por la gente común.
La gente común en su inocencia, cree que una elite política es mala y la otra es buena. No es capaz de ver como los políticos oficialistas son controlados por contratistas e inversionistas, que también financian a los políticos opositores o de alternativa. Es decir el estado moderno no es más que una junta administrativa de los negocios de una elite económica que se pone del lado que les convenga.
Esta realidad es un tabú político. No se le puede decir al pueblo que ambos lados terminan siendo el mismo, pues entonces se pierde la inocencia de la gente. Y sin inocentes a quienes manipular para que se enfrenten a otros manipulados, las elites pierden a los peones del juego. Si esto se descubrirá, no tendríamos a unos matándose apasionadamente con los otros, por defender las elites.
Sea López contra los otros, o Diosdado contra Ramírez, la realidad es que ninguno de estos sabe las verdes necesidades que pasamos en los barrios de Catia. Pero ellos siempre estarán siempre dispuestos a hacer excursiones safaris para cazarnos en nuestra inocencia, y explicarnos que son victimas de un cogollo que esta echando a perder el proceso en que creamos, y que por tanto debemos unirnos a ellos para vencer al rival.
Mientras uno u otro cogollo nos invitan a la guerra contra el otro, debemos esforzarnos por demostrar que las causas de uno u otro lado no son las causas de la gente, sino las de una u otra elite… La sabiduría popular de Doña Juana de la Cortada de Catia, ilustra bien la tragedia a que nos enfrentamos:
“¿A mi que me importa quien será el diputado de Catia? ¡Igual será un carajo bien conectado a gente con billete, y apenas gane jamás lo volveremos a ver!”…
¡Ahhh!, ¿Como quitarle la razón a esa señora?… Las causas de los cogollos no son las causas del pueblo. Es tiempo de cambiar.
En Venezuela se ha popularizado el término cogollo, para definir a una elite o minoría selecta que controla un grupo político o económico determinado. Y dado que en sumatoria, históricamente el manejo de las elites nacionales ha sido mediocre, entonces el termino cogollo en Venezuela tiene resonancia negativa.
Por distintas razones, en la vida política venezolana los cogollos son bastantes populares. Pese al amor y odio que inspiran, todos quieren pertenecer a uno, pero nadie quiere ser catalogado como miembro de uno. Y muchos parecen reclamar, e incluso soñar con ser victima de uno, porque serlo casi da categoría de mártir.
Un cogollo es una elite. Una elite es una minoría selecta. Y para que una minoría selecta sea notable en la vida política nacional, es necesaria la inversión de recursos económicos que generan intereses y responden a las necesidades exclusivas de una minoría. Es decir, una organización política se hace famosa y notable es gracias al poder mediático y eso cuesta dinero. ¡Elemental!... Pero, este sencillo axioma no es naturalmente reconocido por la gente común.
La gente común en su inocencia, cree que una elite política es mala y la otra es buena. No es capaz de ver como los políticos oficialistas son controlados por contratistas e inversionistas, que también financian a los políticos opositores o de alternativa. Es decir el estado moderno no es más que una junta administrativa de los negocios de una elite económica que se pone del lado que les convenga.
Esta realidad es un tabú político. No se le puede decir al pueblo que ambos lados terminan siendo el mismo, pues entonces se pierde la inocencia de la gente. Y sin inocentes a quienes manipular para que se enfrenten a otros manipulados, las elites pierden a los peones del juego. Si esto se descubrirá, no tendríamos a unos matándose apasionadamente con los otros, por defender las elites.
Sea López contra los otros, o Diosdado contra Ramírez, la realidad es que ninguno de estos sabe las verdes necesidades que pasamos en los barrios de Catia. Pero ellos siempre estarán siempre dispuestos a hacer excursiones safaris para cazarnos en nuestra inocencia, y explicarnos que son victimas de un cogollo que esta echando a perder el proceso en que creamos, y que por tanto debemos unirnos a ellos para vencer al rival.
Mientras uno u otro cogollo nos invitan a la guerra contra el otro, debemos esforzarnos por demostrar que las causas de uno u otro lado no son las causas de la gente, sino las de una u otra elite… La sabiduría popular de Doña Juana de la Cortada de Catia, ilustra bien la tragedia a que nos enfrentamos:
“¿A mi que me importa quien será el diputado de Catia? ¡Igual será un carajo bien conectado a gente con billete, y apenas gane jamás lo volveremos a ver!”…
¡Ahhh!, ¿Como quitarle la razón a esa señora?… Las causas de los cogollos no son las causas del pueblo. Es tiempo de cambiar.
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