La espera se ha alargado hasta cinco y seis meses. Familiares piden prontitud para una crisis en la que "se juega la vida" VALENTINA OVALLES R. | EL UNIVERSALmiércoles 12 de septiembre de 2012 12:00 AM
Cuando
el 17 de julio Dayana ingresó a su madre en el Hospital Vargas de Cotiza, para
una intervención por un tumor en el cerebro, nunca pensó que terminaría
"viviendo allí". La espera llega al mes y los 24 días y Dayana, hija
única, tiene el mismo tiempo sin volver a su casa: "estoy entregada a
ella". Pero hay quienes han aguardado aún más tiempo: Richard Barreto
tiene tres meses esperando por una intervención similar y Miriam Colina ya va
para los cuatro.
Con
solo dos quirófanos para operaciones electivas en el centro de salud (el
tercero está dispuesto para emergencias), cada especialidad tiene apenas un
turno semanal. El de neurocirugía, que serviría para operar a Richard, Miriam y
Rosa (madre de Dayana), es el lunes y en un día solo se logran atender a un par
de pacientes.
"En
2008 nos dijeron que en ocho meses tendríamos los quirófanos más modernos. Han
pasado cinco años y todavía los esperamos", comentó el doctor Daniel
Sánchez, jefe del servicio de anestesiología en el nosocomio. "La promesa
es de ocho quirófanos inteligentes".
"Es
la vida y la salud pública lo que está en juego", aseveró Julio Reyes,
allegado de Colina. "En la espera hay personas que han muerto, cuatro en
los últimos meses".
Los
familiares de unos 30 pacientes que están en la misma situación lo confirmaron.
"Hace 15 días murió Alexander Romero, luego de que convulsionó durante la
madrugada", comentó Dayana, quien pidió omitir su apellido.
Mientras
aguardan algunos han empeorado. A Miriam el lado izquierdo se le ha paralizado
y en ocasiones convulsiona. A Rosa se le han intensificado los dolores de
cabeza.
Pero
la realización de una operación en la especialidad de neurocirugía no solo
depende del turno quirúrgico. Los pacientes deben contar con la suerte de que
al menos una de las cinco camas de terapia intensiva, en todo el hospital,
estén desocupadas. Los intervenidos tienen que estar en observación durante 48
o 72 horas.
El
hospital en realidad tiene 14 camas de terapia intensiva pero un ala fue tomada
para la emergencia, pues su sala está en remodelación desde 2008, y el resto no
están operativas porque no hay suficientes médicos para la especialidad
(medicina crítica), explicó Sánchez.
El
déficit de anestesiólogos es otro de los males. El Vargas cuenta con ocho
especialistas que se reparten para los turnos de toda la semanas. Sánchez
recordó como en una "época dorada" en el hospital habían 30
anestesiólogos.
Los
familiares de quienes se mantienen recluidos también denunciaron la falta de
insumos. A los pocos días de ser hospitalizados, les entregan una lista de lo
que deben comprar.
Sobre
ello, Daniel Sánchez dijo que el déficit de insumos es algo "que en los
últimos cinco años han padecido. Si les dan listas de qué comprar eso lo pueden
decir son los familiares, que son quienes lo padecen".
Entre
Bs. 8.000 y 15.000 han tenido que gastar, con la esperanza de que sea más
pronta la operación pero así no ha funcionado: Dayana completó su lista a los
15 días de la hospitalización.
Agujas,
gasas, rollos de adhesivos, povidine e incluso la solución para esterilizar los
instrumentos quirúrgicos forman parte de lo solicitado.
El
Universal llamó a la dirección del hospital para hablar con quien lo preside,
José Carrillo, pero estaba ausente y no se recibió respuesta de vuelta.
RELATOS DE PENURIAS
Los hijos de Miriam Colina viajan diariamente desde el kilómetro 13 de la autopista Caracas-La Guaira, a la altura de Tacagua Vieja, para visitar a su madre en el Hospital Vargas.
Además de los insumos que han comprado para la operación, tienen que costear jabones y desinfectantes para limpiar su cubículo y los baños de la sala de hospitalización, pues el mantenimiento no se realiza a profundidad.
Dayana también hace lo mismo. "Lavamos la poceta y la ducha pues pueden agarrar una bacteria". "Yo estoy viviendo aquí", aseguró. "Una prima me ayuda lavando y trayéndome la ropa".
Dayana reside en Petare y trabaja en Candelaria, por lo que optó por instalarse en el hospital.
Como lleva nueve años en su empleo, acordó trabajar solo medio tiempo, para estar el resto del día cuidando a su mamá.
Los familiares también compran la comida porque dicen que la del centro de salud es "incomible".
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